He caído gravemente enferma. Ninguna píldora, antibiótico, remedio casero, ni medicina natural curará mi dolencia. Mi enfermedad tiene un nombre claro: la "FIEBRE INVITADA". ¡Cuidado que contagia!
Ha llegado a mi vida un desenfrenado calendario de las bodas para el 2013, y yo con estos pelos...
Aun hay tiempo, pero mucho que preparar para lucir nueve estilismos entre mayo y septiembre. Nueve citas, noche y día, entre las que confieso que hay algunas que destacan sobre otras. Años de amistad, confesiones diarias e ilusiones compartidas hacen que lo mejor de mis looks se lo vaya a llevar julio y agosto.
Y como nueve son muchas, y aun hay posibilidades de que ese número siga en aumento, no tengo más remedio que tirar de fondo de armario, préstamos, y mucha imaginación para repetir lo mínimo y no escatimar en el resultado.
Todo esto puede parecer misión imposible, pero no pienso darme por vencida.
Para lograrlo aplicaré al siempre clásico "dos estrategias":
1. La primera opción es la de darle prioridad absoluta al vestido. Quizás un diseño más arriesgado, corte original o estampado llamativo que no deje demasiado lugar a los complementos. Así no necesitamos dedicarle demasiado tiempo a estos últimos, y podemos repetirlos varias veces.
2. El segundo recurso pasa por darle la vida a los complementos y dejar al vestido en un segundo plano (versátil y básico siempre).
Esta vía es apropiada si dispones de un gran elenco de amigas, hermanas, primas, tías que te abren de par en par las puertas de su amplio armario plagado de chucherías bodiles varias.
Los bolsos, tocados, chaquetas, broches, pendientes, y las gargantillas
son más fáciles de prestar que un vestido, ya que para que éste
siente bien necesitas tener una talla y complexión parecida a la de la
persona que te lo cede.
A toda esta teoría sumo las recopilación de mis imágenes preferidas.
Tocados, joyas, pamelas, clutchs, peinados, americanas, vestidos y deslumbrantes sonrisas...
ABSOLUTAMENTE ENGANCHADA A TODAS ELLAS.