Un año y dos días desde aquel día tan lleno, tan absoluto, que nos salpicó de manchas tan intensas (recuerdos) que penetraron profundamente. Tanto y tanto que ahora ya no se van, no hay quién las quite. Se han convertido en tatuajes, se han fundido en la piel. Se han convertido en nosotros.Ya no sabemos ser sin ellas.
Comenzamos a contar con números enteros, fuera los decimales, algo de experiencia si sumamos... Como él me dice..."Nos quitamos la L gordita".
Y como todo lo bueno hay que celebrarlo para que sea todavía aun más bueno, decidimos irnos de cenita romántica al Restaurante del Teatro Real de Madrid.
Estética muy clásica bajo un literal cielo estrellado, menú degustación a precio razonable, buena calidad y servicio. La atmósfera enigmática propia de un teatro rodeada de salones con gruesos tapices, alfombras, muebles antiguos y lámparas de araña que recomiendo.
Y para empezar bien el día qué mejor que estrenarlo con flores y desayuno con entrega a domicilio.
La mejor amiga de Cris se casó el fin de semana pasado en Tarancón (Cuenca).
Tenía claro que le apetecía ir de largo y con un color que le animara ya que, aunque en verano no le cuesta nada coger un poquito de color, a estas alturas del año ni de broma podía aspirar a una piel bronceada.
A Cris le encantan las gargantillas importantes, y aunque se de muy buena tinta que para el día a día opta por los plateados, en esta ocasión se decantó por esta dorada ya que al color coral de su vestido le iban mucho mejor. El resto de complementos en el mismo tono y toques de beige.
En el pelo recogido bajo semi-deshecho, relajado y con raya al lado.
¿Qué os parece?
Vestido de Tintoretto, bolso de Parfois, pulsera de Studio Classics, cinturón de Mango, gargantilla de Bijou Brigitte, los zapatos los compró en una tiendecita en Calpe y la sortija es un préstamos de su cuñada.
Desde hace ya no recuerdo cuanto las listas CONTROLAN MI VIDA.
Duermo mejor así y siento, sea verdad o no, que de esa manera tengo controlada la situación.
Descarto absolutamente incluirme dentro de esa clase de personas obsesionadas con la organización a lo Mónica Geller, pero tampoco soy un desastrillo que no sabe ni por donde anda ni en qué día vive.
Pero tengo claro que si debo escoger estar en uno de los dos grupos escojo el primero porque unido a un poco de filosofía zen se llega a un equilibrio, además se hace casi todo puntualmente y se queda requetebien.
Tomé esa decisión hace ya mucho, de pequeña creo, y es desde entonces que hago listas y vivo mejor.
Listas en papeles que pego en la nevera, en el interior de la puerta de mi armario, detrás de la puerta, en la pared de la ofi. Listas en mi agenda personal y en la del curro. Y listas en una aplicación de notas del móvil cuando el torrente de ideas llega desbordado en cualquier momento y lugar y no hay donde apuntar.
La idea llega y no lo dejo pasar. Es mejor no pensárselo dos veces y apuntarlo porque con suerte en alguna otra ocasión llegará de refilón pero sin la fuerza suficiente para hacernos mover un dedo.
¿Resultado? Ganamos unir muchas tonterías y algunas pocas y buenas ideas, pero buenas.
Así funciono yo y no me había dado cuenta de verdad hasta ahora. Curioso.
Entre el top ten de estas checklist que actualizo últimamente se encuentran SUPERFICIALIDADES Y PROFUNDIDADES tales como:
Posibles regalos a hacer a ese alguien.
Cositas que quiero pedir a los Reyes Magos o por mi cumpleaños (que luego me preguntan de sopetón y no sé qué contestar, mejor no perder la oportunidad!).
Música para bajarme.
Pelis para ir a ver al cine.
Restaurantes, bares, parques, exposiciones que quiero visitar.
Cosas que deseo mucho mucho para comprar a principios de mes.
Recados y tareas de la semana.
Ideas de post para Antojada por Vocación.
Ordinaria lista de la compra semanal o mensual de comida.
Tareas de curro con deadline incluido.
He dado por ahí con estas listas que me han parecido muy prácticas y quiero compartir con vosotr@s. Igual os son prácticas, o igual no.
Se puede decir que mi pasado fin de semana mereció la pena sólo por este descubrimiento (y por el curso de adiestramiento de Gus que hemos empezado, cosa que ahora no viene al caso...).
Mi padre me propuso ir al ver Searching for Sugar Men, un documental del que habían llegado muy buenas cosas a mis oídos fruto del boca a boca y nada más, porque no había visto trailer anunciado.
Me gusta mucho la música. Adoro la clásica sobre todas las cosas, porque me transmite mucho, porque en casa la hemos escuchado desde pequeños.
Adoro los 60 y 70. Me llegaron más tarde, gracias a un antiguo chico, en forma de regalos de cintas grabadas con dedicatorias a boli en el interior. Luego seguí con las emisoras de radio que dedicaban el cien por cien de sus horas a estos temas. Llenaron noches enteras delante de mis apuntes de la Uni. Memoricé melodías, letras, grupos...tanto y tanto.
Y qué decir de los 80. La banda sonora de nuestra infancia. Mucho canalla madrileño suelto.
Me gusta mucho la música, pero no la de ahora. No puedo con ella, lo siento. Quizás elija mal la emisora, no tenga amigos en onda que me descubran grandes temas, o simplemente me falte iniciativa de buscar novedades impactantes. ¡Seré paleta!
Algunos me odiaréis desde ahora cuando os diga que no puedo con Lady Gaga ni con Rihanna. Las veté en mi boda, si, lo reconozco!
Y aquí es cuando vuelto a este fin de semana...Por fin algo nuevo reactivó mi interés musical. Interés que pasó a ser obsesión, y la obsesión a pasión.
En resumidas cuentas, el documental narra la búsqueda de un cantante de Detroit que no triunfó en Estados Unidos pero que fué un super ventas en Sudáfrica. Su canciones encabezaron los movimientos contra el apartheid de esos tiempos, casi convertidas en himnos de todo aquello.
Un rollo Bob Dylan. Letras poéticas, mucha guitarra y melodías de antro de Detroit.
Todo eso sin que él se enterara de nada...ni él, ni nadie en Estados Unidos. Sumado a ello nadie conocía nada sobre de su persona, sólo su nombre SIXTO RODRIGUEZ y su cara, que aparecía en su primer disco Cold Fact.
Ya paro aquí, no quiero destriparlo. Pero os lo recomiendo mucho mucho si aun no habéis ido a verlo.
El tema es que yo desde el sábado no paro de tararear los dos temazos que más me gustan...
GRABADOS A FUEGO.
Ya no recuerdo hace cuanto, lo menos 2 o tres años, recibimos en la oficina un paquete de enormes dimensiones que después de preguntar nadie estaba esperando. Curiosas lo abrimos y descubrimos un cartel gigante que la revista nos enviaba para anunciar el comienzo de la edición España de la publicación.
Desde luego que de esta manera el anuncio no pasó desapercibido.
Por mi parte, quedé totalmente enamoradita del cartel, con el que desde ese momento alegramos nuestra ofi. Linda y su linda cara marcó mi infancia y una época de grandes tops.
Gracias a que hicimos limpieza, muchas cosas salieron por la puerta y con ellas el cartel y no me resistí a llevármelo a casa. Podéis llamarlo como queráis, síndrome de Diógenes es una manera, recuperación de cosas valiosas la mía.
Yo creo que encima de mi baúl, en medio del salón, queda estupendamente. ¿Qué os parece?
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