Mudarse nunca es fácil. Mudarse de ciudad sólo un poquitín más engorroso porque crecen los kilómetros, pero también cambia el estilo de vida. Al menos el mío.
No voy a quejarme. Al menos no en este post. Quién sabe si en un futuro próximo abro una sección bloguera dedicada a los lloros y nostalgias de una madrileña exiliada.
Pero casi que no. Está lejos lejos de mi intención utilizaros como kleenex, de verdad.
Además, tengo el pálpito de que sólo son cosas buenas las que nos esperan en el sureste.
Sueño con vivir una experiencia plena y educativa a lo Bienvenidos al sur (el remake italiano de la francesa Bienvenidos al norte). En estos momentos no me la quito de la cabeza y me sonrío al pensar en los personajes tan entrañables con los que da el pobre trabajador que sufre un repentino traslado forzoso.